La Navidad es la época del año que muchos asociamos con la alegría, la diversión y la familia. Para los padres, sin embargo, la Navidad también puede estar asociada a una buena dosis de estrés.
Desde las presiones económicas para hacer regalos hasta el laborioso proceso de cocinar y limpiar para la familia, la carga mental de la Navidad puede convertir la época de alegría en una de estrés y agotamiento abrumadores.
Para aumentar la presión, los estudios han demostrado que el estrés de los padres puede tener efectos negativos en sus hijos, provocando mayores sentimientos de ansiedad y agresividad.
Para que las fiestas sean menos estresantes y más agradables tanto para usted como para su hijo, resulta útil introducir algunos cambios sencillos en nuestra forma de ver y enfocar la época navideña.
Abandonar la perfección
Una de las formas más rápidas de estresarse es intentar que todo salga perfecto. Desde la comida de Navidad hasta la forma de envolver los regalos, aspirar a la perfección no solo es poco realista, sino que además le quita mucha diversión a las fiestas.
También es una forma rápida de hacer que te sientas fatal contigo mismo si no alcanzas las expectativas poco realistas que te has fijado.
Para ser realista en Navidad, hay que recordar que a veces las cosas no salen según lo previsto, ¡y no pasa nada!
La mayoría de las veces es en las imperfecciones donde encontramos la mayor alegría, y muchos recuerdos felices provienen de cosas que no salen del todo bien.
Reevaluar y delegar
Una de las cosas que hace que la Navidad sea más estresante de lo necesario es esa interminable lista de cosas que hacer antes del gran día.
Repasa tu lista y mira qué puedes recortar. ¿Realmente necesitas hacer marcadores de posición artesanales? ¿Puedes comprar pasteles de carne en el supermercado en lugar de hacerlos tú mismo?
Si elimina de su lista todo lo innecesario, liberará tiempo, espacio y energía para cosas más importantes, de modo que podrá dedicar ese tiempo extra a disfrutar de la compañía de sus seres queridos.
De las cosas que quedan en tu lista, mira qué puedes delegar, y cuando la gente se ofrezca a ayudar, ¡acepta! Deja que la abuela traiga el pudin y di que sí cuando alguien se ofrezca a ayudar con los platos.
Haz algo sólo para ti
La Navidad es la época de los regalos, así que no olvide darse también un pequeño capricho.
No tiene por qué ser algo enorme: puede ser un baño relajante sin interrupciones o regalarse una magdalena la próxima vez que vaya de compras.
No lo dejes para Navidad. Regalarte algo especial de vez en cuando es una forma estupenda de mejorar tu estado de ánimo y demostrarte a ti mismo el aprecio que te mereces.
Decir no
Nada nos estresa más que una agenda repleta.
Está bien decir que no a la fiesta de Navidad del trabajo, y no tienes por qué visitar a la tía abuela de tu madre con la que ni siquiera hablas en todo el año.
Esto puede asustar al principio, pero decir no es como un músculo que se fortalece cada vez que lo utilizas.
Decir no a los demás significa decir sí a ti mismo y a tus hijos, lo que te da más tiempo y energía para hacer cosas que te alegran en lugar de obligaciones que acabarás resintiendo.
Si las cosas se vuelven un poco abrumadoras durante el periodo navideño, puede ser útil dar un paso atrás y recordar lo que es importante.
Pasar tiempo con sus seres queridos, ver la sonrisa en la cara de su hijo y relajarse al final del día es mucho más valioso que intentar que todo sea perfecto.
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